Mediante un juego dinámico de visuales y sonido, Pulse genera un ecosistema en el que las personas, al moverse, dejan un rastro de chispas de fiestas pasadas, cuerpos fugaces, luces en movimiento como si fueran fragmentos de una memoria compartida que solo existe en el momento presente. Nada es fijo, todo fluye en un estado de distorsión y efervescencia, reflejando la naturaleza efímera y colectiva de la noche. Como en la pista de baile, la energía de unos afecta a los otros, creando un ecosistema vivo donde la fiesta es una construcción colectiva.
Tal como ocurre en una fiesta, en Pulse la obra no existe sin quienes la habitan; son las personas quienes crean este escenario vivo. La fiesta no es solo el lugar, sino lo que sucede entre los cuerpos, la luz y el sonido.
Almogàvers, 122